¿Cómo transformar las prácticas de evaluación tradicional que realizan los maestros al interior de las aulas de la preparatoria, por prácticas críticas e innovadoras que permitan procesos de formación ética y moral de los alumnos?
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¿Cómo transformar las prácticas de evaluación tradicional que realizan los maestros al interior de las aulas de la preparatoria, por prácticas críticas e innovadoras que permitan procesos de formación ética y moral de los alumnos?
Considero que la competencia a la que se vincula el Proyecto de Intervención que estoy planteando es:
“Pocos profesores están dispuestos a hacer coincidir sus programas o, siquiera a aproximarlos, para dar mayor coherencia al proyecto formativo que se pretende desarrollar… En muchas universidades se han atomizado las asignaturas para garantizar que cada profesor posea su propio espacio personal y diferenciado sin tener que compartirlo con nadie”. (Zabalza, 2003; 200)
Sin embargo, también hay profesores comprometidos con su práctica docente, preocupados por la calidad educativa y con la mejor actitud para participar en actividades de actualización y formación, mismas que sabe, le permitirán mejorar el proceso enseñanza-aprendizaje; incluso, la propician de manera autónoma e independiente a la institución.
De acuerdo al texto de Perrenoud, la competencia de organizar la propia formación continua, implica cinco componentes principales:
• Saber explicitar sus prácticas.
Se refiere que a partir de que los profesores sean capaces de explicitar sus prácticas evaluativas y reflexionar sobre ellas en medio de un clima de diálogo y confianza, en el entendido de que sus colegas no tomarán la posición de jueces, sino al contrario, a través del compartimiento de experiencias, podrán apoyarse mutuamente para que, a través de procesos de formación, puedan transformar las prácticas evaluativas tradicionales, por prácticas progresistas e innovadoras.
• Establecer un balance de competencias y un programa personal de formación continua propios.
Al explicitar las prácticas evaluativas que realizan los docentes, se empieza a establecer un balance de competencias; esto es, se empiezan a detectar los errores que se cometen en la práctica evaluativa, se reflexiona sobre éstos y, se retoman como una posibilidad de mejora. Se plantean estrategias como parte del programa de formación continua, que permitan no cometerlos nuevamente.
• Negociar un proyecto de formación común con los compañeros (equipo, escuela, red)
“Por todas partes se observa la tendencia a desplazar la formación hacia instituciones… Cuando existe un colectivo fuerte a nivel institucional, con un método de proyecto, resulta relativamente fácil definir necesidades de formación conectadas a un proyecto en común… La génesis de un proyecto de formación no puede entonces basarse en costumbres de trabajo en común ya construidas…, es necesario que alguien tome la iniciativa y logre convencer a sus compañeros de que sería interesante formular un proyecto de formación común en el marco de la institución.” (Perrenoud, 2011; 141)
Retomando esta cita, la intención de mi Proyecto de Intervención es, precisamente, convencer a los compañeros maestros de la Preparatoria Oficial No. 18 del turno matutino, en participar en un proyecto de formación que permita transformar las prácticas tradicionales de evaluación que se desarrollan al interior de las aulas, por prácticas críticas e innovadoras que permitan formar ética y moralmente a los alumnos.
• Implicarse en las tareas a nivel general de la enseñanza o del sistema educativo.
Definitivamente, la práctica docente siempre se verá enriquecida cuando los profesores nos mantengamos en programas de formación continua (aún cuando el participar en éstos provoque crisis existenciales, como en mi caso); y al hablar de formación continua, no necesariamente implica cursos formales, también se considera todo aquello que “se observa, se vive y se aprende fuera” (Idem; 143) de las instituciones y que permiten ampliar los horizontes de sentido, mismos que nos permitirán tomar distancia para reflexionar sobre nuestro compromiso no sólo al interior de las aulas, sino como sujetos activos de un sistema educativo.
• Acoger y participar en la formación de los compañeros.
“Los partidarios de las nuevas pedagogías y la enseñanza mutua han descubierto que formar a alguien es una de las formas seguras de formarse. Por supuesto, hace falta llegar a un cierto nivel de experiencia para pretender formar a otro.” (Idem; 144)
Es bien cierto lo que dice Perrenoud sobre la resistencia que presentamos los maestros con más años de experiencia que los compañeros recién egresados o en proceso de formación.
Sin embargo, insisto en que siempre las cosas pueden ser de otra manera y es importante considerar, también retomando al autor, aspectos tales como: la personalidad, la historia personal, el contexto, la subjetividad, etc.; pues así como se presentan actitudes negativas, también hay otras bastante alentadoras que nos motivan a emprender la aventura de elaborar y operacionalizar Proyectos de Intervención que coadyuven a la posible solución de problemas reales de la práctica educativa.
Concluyo este trabajo con una cita más que me parece muy acertada:
“Sería importante que cada vez más los profesores se sintieran responsables de la política de formación continua e intervinieran en ella, de forma individual o colectiva, en los procesos de decisión” (Idem; 145)
La pregunta está en el aire:
¿Los profesores, aceptaríamos el reto de ser actores del sistema de formación continua?
Organizar la propia formación continua
Todos los ámbitos laborales requieren de una permanente actualización de sus agremiados y, el educativo en especial, exige mantenerse a la vanguardia en lo que a formación y actualización docente se refiere; sin embargo, retomando a Zabalza (2003), muchos maestros consideran que los procesos de formación a través de procesos colegiados y de trabajo en equipo, son una utopía, además de que “Pocos profesores están dispuestos a hacer coincidir sus programas o, siquiera a aproximarlos, para dar mayor coherencia al proyecto formativo que se pretende desarrollar… En muchas universidades se han atomizado las asignaturas para garantizar que cada profesor posea su propio espacio personal y diferenciado sin tener que compartirlo con nadie”. (Zabalza, 2003; 200)
Sin embargo, también hay profesores comprometidos con su práctica docente, preocupados por la calidad educativa y con la mejor actitud para participar en actividades de actualización y formación, mismas que sabe, le permitirán mejorar el proceso enseñanza-aprendizaje; incluso, la propician de manera autónoma e independiente a la institución.
De acuerdo al texto de Perrenoud, la competencia de organizar la propia formación continua, implica cinco componentes principales:
• Saber explicitar sus prácticas.
Se refiere que a partir de que los profesores sean capaces de explicitar sus prácticas evaluativas y reflexionar sobre ellas en medio de un clima de diálogo y confianza, en el entendido de que sus colegas no tomarán la posición de jueces, sino al contrario, a través del compartimiento de experiencias, podrán apoyarse mutuamente para que, a través de procesos de formación, puedan transformar las prácticas evaluativas tradicionales, por prácticas progresistas e innovadoras.
• Establecer un balance de competencias y un programa personal de formación continua propios.
Al explicitar las prácticas evaluativas que realizan los docentes, se empieza a establecer un balance de competencias; esto es, se empiezan a detectar los errores que se cometen en la práctica evaluativa, se reflexiona sobre éstos y, se retoman como una posibilidad de mejora. Se plantean estrategias como parte del programa de formación continua, que permitan no cometerlos nuevamente.
• Negociar un proyecto de formación común con los compañeros (equipo, escuela, red)
“Por todas partes se observa la tendencia a desplazar la formación hacia instituciones… Cuando existe un colectivo fuerte a nivel institucional, con un método de proyecto, resulta relativamente fácil definir necesidades de formación conectadas a un proyecto en común… La génesis de un proyecto de formación no puede entonces basarse en costumbres de trabajo en común ya construidas…, es necesario que alguien tome la iniciativa y logre convencer a sus compañeros de que sería interesante formular un proyecto de formación común en el marco de la institución.” (Perrenoud, 2011; 141)
Retomando esta cita, la intención de mi Proyecto de Intervención es, precisamente, convencer a los compañeros maestros de la Preparatoria Oficial No. 18 del turno matutino, en participar en un proyecto de formación que permita transformar las prácticas tradicionales de evaluación que se desarrollan al interior de las aulas, por prácticas críticas e innovadoras que permitan formar ética y moralmente a los alumnos.
• Implicarse en las tareas a nivel general de la enseñanza o del sistema educativo.
Definitivamente, la práctica docente siempre se verá enriquecida cuando los profesores nos mantengamos en programas de formación continua (aún cuando el participar en éstos provoque crisis existenciales, como en mi caso); y al hablar de formación continua, no necesariamente implica cursos formales, también se considera todo aquello que “se observa, se vive y se aprende fuera” (Idem; 143) de las instituciones y que permiten ampliar los horizontes de sentido, mismos que nos permitirán tomar distancia para reflexionar sobre nuestro compromiso no sólo al interior de las aulas, sino como sujetos activos de un sistema educativo.
• Acoger y participar en la formación de los compañeros.
“Los partidarios de las nuevas pedagogías y la enseñanza mutua han descubierto que formar a alguien es una de las formas seguras de formarse. Por supuesto, hace falta llegar a un cierto nivel de experiencia para pretender formar a otro.” (Idem; 144)
Es bien cierto lo que dice Perrenoud sobre la resistencia que presentamos los maestros con más años de experiencia que los compañeros recién egresados o en proceso de formación.
Sin embargo, insisto en que siempre las cosas pueden ser de otra manera y es importante considerar, también retomando al autor, aspectos tales como: la personalidad, la historia personal, el contexto, la subjetividad, etc.; pues así como se presentan actitudes negativas, también hay otras bastante alentadoras que nos motivan a emprender la aventura de elaborar y operacionalizar Proyectos de Intervención que coadyuven a la posible solución de problemas reales de la práctica educativa.
Concluyo este trabajo con una cita más que me parece muy acertada:
“Sería importante que cada vez más los profesores se sintieran responsables de la política de formación continua e intervinieran en ella, de forma individual o colectiva, en los procesos de decisión” (Idem; 145)
La pregunta está en el aire:
¿Los profesores, aceptaríamos el reto de ser actores del sistema de formación continua?
Lulusita Molina- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 20/09/2011
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