Los procesos de evaluación tradicional al interior de las aulas de la praparatoria. ¿Una relación de poder?

[justify]¿Reconsiderar una evaluación? ¡Para nada!... ¡Prefiero parecer injusto, que perder credibilidad!

Tengo 17 años trabajando como orientadora en la Preparatoria, y a lo largo de todo ese tiempo he observado los procesos de evaluación que practican mis compañeros maestros y la forma en que los alumnos las padecen, pues una de mis funciones administrativas como orientadora es precisamente realizar el concentrado de calificaciones que me entregan los profesores y hacérselas saber a los alumnos, aún cuando los maestros tienen que informárselas primero.

En especial me llama la atención el proceso de evaluación que realiza un profesor que imparte las asignaturas de lógica, ética y filosofía, pues al entregar sus registros de calificaciones, éstas siempre fluctúan en una escala del 3 al 7; siendo 7 la máxima y solamente se las asigna a 2 ó 3 alumnos a los que considera los más destacados del grupo.

Los porcentajes de reprobación que reporta son muy altos (50% - 80%) y cuando se le cuestiona sobre cuál es la problemática por la que hay tantos reprobados él responde: -“El grupo es muy inquieto y definitivamente no responden a las expectativas del programa, es más, muchos de ellos no tendrían por qué estar aquí. Pero no hay problema, porque a cada uno de los alumnos les fui explicando el motivo por el que están reprobados y todos asumieron su responsabilidad y hasta me firmaron de conformidad la lista de calificaciones; además consideremos que es la 1ª. evaluación parcial y así se sienten presionados para echarle ganas en la siguiente”.

Cuando acudo con los alumnos para comentar esta situación, la versión del grupo en general es totalmente diferente al argumento del profesor:

-¡No es justo maestra! El profesor sólo evalúo con el examen, aún cuando se había acordado que tomaría en cuenta las tareas, las participaciones y la asistencia.

-El maestro dijo que el examen valdría el 80% y al final lo tomó al 100%.

-Yo tengo todas mis tareas, nos las pidió en fichas de trabajo, pero como mis fichas tenían unos milímetros menos que la medida que él nos dio, pues ya no me las quiso tomar en cuenta, aún cuando me dijo que el contenido estaba bien.

-Pero si ni siquiera lee las fichas, sólo revisa que tengan las medidas y que estén hechas a computadora y ya.
-En el examen, aunque tengamos la misma respuesta a unos se las pone bien y a otros mal.

-A mi me dijo que casi me acercaba a la respuesta, pero que por una palabrita me había fallado, que tenía que escribir la respuesta exactamente como viene en el libro.

-Además puso temas en el examen que nunca vimos y cuando le hicimos la observación, nos dijo que ni modo, que a él le exigían que incluyera todos los temas del programa.

-Pero si las últimas semanas sólo nos puso a hacer figuritas de papiroflexia, que porque así íbamos a desarrollar nuestras habilidades.

-Además nos dijo que él era el único que podía mandar en las calificaciones, que ni usted, ni el director podían hacer nada.

-Nos dio la lista para que firmáramos nuestra asistencia y ya después puso las calificaciones. Y nos dijo que si nos quejábamos con usted, que no nos iba a ayudar en el siguiente parcial.

A todo este cúmulo de quejas e inconformidades por parte de los alumnos se suman los padres de familia, los cuales constantemente se acercan para manifestar su desacuerdo con respecto a la forma en que el profesor se conduce hacia los alumnos, argumentando que es bastante despectivo, pues les dice que nunca ellos van a poder saber más que él, pues cuenta con un doctorado en el extranjero (Cuba) y que los alumnos están en esa escuela por mediocres, porque si hubieran obtenido otra puntuación estarían en las prepas de la UNAM o en las vocacionales.

Cuando me he acercado al profesor para solicitarle que reconsidere su forma de evaluar, pues es bastante rígida e injusta, al no respetar los acuerdos que toma junto con los alumnos e incluso, se le hace la observación de que los exámenes están mal calificados, sin embargo él responde:

-¿Reconsiderar la calificación? ¡Para nada! Pues perdería credibilidad ante los alumnos y después ya no me respetarían… ¡Prefiero parecer injusto, que perder credibilidad!

Para muchos maestros resulta difícil aceptar que nuestras prácticas tradicionales de evaluación deben transformarse, que el alumno tiene que ser considerado como persona responsable de su propio aprendizaje y, por lo tanto tiene derecho a participar en los procesos de evaluación como sujeto activo y lograr esto, es una competencia, una competencia que permite al alumno desarrollar el pensamiento autónomo, crítico y reflexivo, que le permita interactuar con los otros, cuestionar el por qué y el para qué de la evaluación, ser partícipe de una coevaluación y una autoevaluación de cara a su propio aprendizaje.


COMENTARIO: Es muy buena redacción de un caso, dramático y representativo de un aspecto que se vivencia en el ámbito educativo: la evaluación.
Tu título es muy acertado, dado que en efecto la evaluación denota el ejercicio del “poder sobre”, que realiza los docentes como agentes legítimos para emitir juicios valorativos sobre sus alumnos a quiénes en su mayoría se les anula como seres capaces de atestar sobre sus propios procesos de formación y evaluación. El relato es valioso porque muestra la parte sensible que se toca en los alumnos cuando estas sujetos a procesos evaluativos unilaterales y que pocas veces se ignoran para seguir sosteniendo posiciones privilegiadas de ejercicio de poder.
Atte. Noemi Castro Barrera[/justify]