LA NATURALEZA DE LA PRÁCTICA REFLEXIVA

En realidad todo el texto me parece muy interesante, sin embargo, me enfocaré en algunos puntos específicos del mismo.

1. Donde se establece la dicotomía entre la labor estética del maestro y su labor en cuanto al desarrollo de habilidades científicas y técnicas.

Considero que desafortunadamente, una gran cantidad de maestros (me cuento yo entre ellos), lo somos, como dice Mark Doren, más por accidente que por vocación. Si lo fuéramos por vocación, disfrutaríamos el ser docentes, desempeñaríamos nuestro trabajo con una actitud comprometida, con alegría, con entusiasmo y sobre todo con amor, porque retomando a Paulo Freire, solamente una práctica docente que se hace con amor, puede transformar el mundo.

Paulo Freire dice: el educador tiene que ser sensible, tiene que ser esteta, tiene que tener gusto, la educación es una obra de arte, el educador es también un artista, él rehace el mundo, redibuja el mundo, repinta el mundo, reencanta el mundo, redanza el mundo. Tendríamos que aceptar que como educadores necesitamos del educando, no solamente ellos necesitan de nosotros, ambos nos necesitamos.

2. Los maestros todo el tiempo tomamos decisiones, y en este aspecto coincido con Jeremy Brophy cuando argumenta que las decisiones que tomamos los profesores regularmente son reactivas, intuitivas y rutinarias; en lugar de ser reflexivas, racionales y conscientes.

El profesor tendría necesariamente que realizar una práctica reflexiva, en la que se contemplen tanto las habilidades y conocimientos técnicos, la aplicación de criterios y toma de decisiones, hasta llegar al nivel de una reflexión crítica, misma que va a permitir desarrollar un pensamiento crítico de conocimiento del mundo. En esta reflexión crítica se contemplan las dimensiones éticas y morales que van a permitir al maestro actuar con justicia y equidad.

Entonces, el pensamiento reflexivo le va a permitir al profesor tener y manejar 3 elementos básicos en su práctica docente: elemento cognitivo, elemento crítico y elemento narrativo.

Aquí cabría preguntarnos:

• ¿A cuál de estos elementos privilegiamos los maestros y por qué?
• ¿Cuáles ponemos en práctica y cuáles no?
• ¿En qué momento aplicamos cada uno de ellos y para qué?

Quizá en una actitud bastante pesimista, me atrevería a decir que sólo tenemos el elemento cognitivo (y con algunas debilidades), porque el crítico y el narrativo implican, como dice el autor, “una considerable cantidad de tiempo, de experiencias e, inevitablemente, de desgaste” (p. 43)