Trabajo especial No. 8 “Relaciones del problema con la reforma en curso”.

La reforma educativa de la educación secundaria de 2006 demandó de los sujetos de la educación (Directivos, docentes, padres de familia entre otros) un nuevo perfil acorde a las nuevas exigencias de un mundo en constante cambio, de este modo se adopta el proyecto de formación en competencias que sustituía el del plan de estudios de 1993. En este nuevo plan de estudios la Secretaria de educación Pública (SEP) define las competencias como “un saber hacer (habilidades) con saber (conocimiento), así como la valoración de las consecuencias del impacto de ese hacer (valores y actitudes). En otras palabras, la manifestación de una competencia revela la puesta en juego de conocimientos, habilidades, actitudes y valores para el logro de propósitos en un contexto dado (SEP, 2006: 11) que desde luego correspondería a la escuela y específicamente a los profesores poder desarrollar.
En este marco, como era de esperarse los docentes son capacitados a través de cursos sobre el contenido de la reforma especialmente sobre la noción de competencias para que puedan desarrollarlas al interior de sus aulas bajo un nuevo tipo de relaciones entre él y los alumnos. En este sentido la SEP argumenta que “la propuesta curricular para secundaria promueve la convivencia y el aprendizaje en ambientes colaborativos y desafiantes; posibilita una transformación de la relación entre maestros, alumnos y otros miembros de la comunidad escolar, y facilita la integración de conocimientos que los estudiantes adquieren en las distintas asignaturas” (SEP, 2006: 15), sin embargo esta propuesta curricular dista mucho de lograr este cometido –seguramente como cualquier reforma-, pues se reconoce que la concreción de las reformas no se adoptan por las escuelas y los docentes en forma lineal, por el contrario muchas veces las acciones de los maestros van en contra de los objetivos de la reforma en curso.
Bajo una perspectiva positiva se puede observar buenas intenciones en el discurso del plan de estudios de secundaria del 2006 para el desarrollo de la propuesta curricular basada en un trabajo colaborativo, que aunque seguramente no era nuevo, representaba una posición con intenciones de mejorar la educación de este nivel, así se reconoce que “el trabajo colegiado se transforma en un espacio necesario para compartir experiencias centradas en procesos de enseñanza aprendizaje. Para una óptima operación de la propuesta curricular los maestros requieren intercambiar información al interior de las academias especificas, acordar con maestros de otras asignaturas, y compartir ayuda y apoyo para el logro de metas comunes” (SEP, 2006:15) sobre todo en aquellas escuelas cuya organización permitiera desarrollar el trabajo de manera conjunta.
En la particularidad de mi experiencia como subdirector he podido observar varias limitaciones a este trabajo colaborativo que señala la reforma de la educación secundaria a través de su plan de estudios. En principio tendríamos que dar cuenta de si en efecto el nuevo modelo curricular promueve la creación de ambientes colaborativos. Al menos nuestra experiencia nos dice que estos ambientes no se crean por si solos y al no existir es suficiente argumento para afirmar que el problema del que parte nuestro proyecto de intervención trata de atacar esta demanda que hace el modelo curricular de las competencias, por eso considero que la pertinencia de nuestro problema como parte integrante de un grupo de docentes que trata de dar respuesta al problema de “La construcción de la planeación didáctica en la escuela secundaria a partir de un modelo de gestión colaborativo de formación docente”, se encuentra plenamente justificada en el hecho no sólo de su justificación en la atención a una demanda del modelo curricular.
De hecho los múltiples problemas que enfrentamos como docentes de una escuela en particular encuentran su razón de ser en estos tres elementos: colaboración, planeación didáctica y formación docente. Al enfrentarnos diariamente a esos problemas regularmente lo hacemos desde la soledad de nuestra acción individual, con nuestros propios recursos y muchas veces con la creatividad que hemos desarrollado a lo largo de nuestra labor profesional. Esta situación debe cambiar, una oportunidad que podemos darnos como docentes es que precisamente un trabajo colaborativo que atienda la autoformación de sus maestros en cada centro escolar, que trabaje la planeación didáctica y la colaboración, el trabajo en equipo, puede incluso contribuir a solucionar incluso los nuevos problemas de las escuelas como la violencia y el narcotráfico. Hoy los problemas de nuestros alumnos ya no son sólo hogares con padres divorciados, se han transmutado en horribles dependencias de las drogas de la que se aprovechan las organizaciones criminales para cooptarlos como distribuidores en sus propias comunidades e incluso en las propias escuelas. Si estas organizaciones operan en conjunto, los maestros no podemos esperar que de manera individual podamos atender adecuadamente los graves conflictos de nuestra sociedad. Por eso es necesario que unamos nuestras experiencias y conocimientos. Estas son las relaciones realmente importantes entre el problema de intervención y el nuevo modelo curricular: la reflexión de la práctica educativa sedimentada en la acción individual debe transformarse en una práctica colaborativa.